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miércoles, 31 de marzo de 2010

Terremoto, Naturaleza, Adaptación

Una aproximación desde la Antropología
Topocalma, ántes del Tsunami

Laguna de Topocalma, después del Tsunami
una evidencia de la pérdida de los cuerpos de agua dulce
de las lagunas costeras.


Un acontecimiento de tal magnitud, como el ocurrido en la zona centrosur de Chile el día 27 de febrero del 2010 trae, por cierto, consecuencias en la vida material y cultural de las comunidades. Se caen las paredes de las casas, se rompe la televisión, el mar que entra vertiginoso por los pasajes del pueblo arrastra autos y bicicletas.

A esto se suman muertes, heridas y pérdidas, consecuencias que quedan incrustadas en el cuerpo y la memoria de las personas. Con esto la narrativa de la catástrofe comienza alimentarse de las diversas experiencias individuales: “yo tuve que correr por el cerro”, “cuando se cortó la luz todos gritaban”, “la gente estaba asustada, nos abrazamos como muy pocas veces lo habíamos hecho”. Estas experiencias van comunicándose, abriéndose paso en la (des)información mediática para situarse en el imaginario del “todos”, es decir, en aquella narrativa intersubjetiva producida en el contacto diario y directo que dibuja un acontecimiento mas o menos unitario. En otras palabras, cada experiencia individual del terremoto, al ser comunicada, va alimentando el “mito” de la catástrofe (entendido aquí como la narrativa de la experiencia social).

Lo ocurrido en la zona costera de Chile central tuvo características extraordinarias, el terremoto y posterior tsunami, modificó la geografía física y social del bordecostero. Allí donde había pueblos, puentes, familias, trabajo, ahora sólo quedan vestigios. En la provincia de Cardenal Caro, se ha desarrollado con fuerza la ocupación histórica y estacional del bordemar para la recolección de algas. Los mareros, formaron asentamientos allí donde antes sólo había playa y roca. Adaptándose a las condiciones que el medioambiente imponía, se hicieron parte del ecosistema a partir del conocimiento certero de los vientos, las mareas, las neblinas, los bajos y los embancamientos. Una extraordinaria relación entre el hombre y el ambiente marino costero.

Que la experiencia de los mareros refiere a prácticas e imaginarios culturales no hay duda, y que esta “identidad cultural” da cuenta de una relación material y simbólica con el ambiente parece difícil de negar. En algún momento definí tal relación como “naturaleza vivenciada”, refiriéndome a la percepción directa de los seres humanos en el ambiente. Esta aproximación, claro está, se alimenta de las ideas de muchos antropólogos que analizan la relación del hombre y la naturaleza (o lo no humano): Kay Milton, Phillipe Descola, Tim Ingold, por mencionar a los más importantes. A partir de sus ideas podemos afirmar que la “naturaleza” se construye, o mejor dicho, que la red de relaciones entre los seres humanos y lo no humano tiene un carácter cultural –significado-.

El terremoto y tsunami, por lo tanto, produjeron una nueva narrativa de la naturaleza, condicionada por la destrucción y dominación del ambiente sobre el hombre. Y de esta aproximación nacen las preguntas que ahora nos convocan: ¿Cuál es la percepción que los mareros tiene hoy de la naturaleza?, ¿Cómo se entiende lo ocurrido?, ¿Cambió la relación y significación del mar?, ¿Cómo se reconstruirá la ocupación?...

La respuesta parece ser sencilla. Sí, las cosas cambiaron. Las Quiscas, antes un asentamiento de 20 personas y 6 rucos hoy es un roquerío solitario; la laguna de Topocalma que antes albergaba gran cantidad de avifauna hoy se cubrió de arena. El territorio físico cambió y la causa principal de la transformación fue la acción del mar. De este modo, entender al mar como un actor cultural no es descabellado. Algunos autores señalan que el mar contiene tantos significado que un hombre termina por relacionarse con él como un hermeneuta, vale decir, un sujeto en constante interpretación. Yo agregaría: y en constante interdependencia. Hoy el mar es castigador, tomó revancha de los daños causados, reestableciendo los equilibrios perdidos (recuerdo el mito de tren tren y kai kai). Sobreexplotación de los recursos, contaminación de las aguas, calentamiento global, cambio climático, dirán algunos, falta espiritualidad dirán otros, el gobierno se limitará a decir que fallaron las alertas tempranas y los mecanismos de seguridad. En fin, las causas pueden ser muchas - seguro el movimiento de las placas tectónicas es la más sensata-.

Todo parece indicar que desde ahora el mar –y la naturaleza- tomaran un nuevo significado. El tiempo que dure esta significación es variable y dependerá de la rapidez y condiciones de la reocupación. Y es aquí donde aceptar y reconocer este nuevo significado parece ser el principio desde el cual sostener la acción. Si la resiliencia de una comunidad a los condiciones del medio ambiente se sustenta en su capacidad de adaptación a los cambios, resulta claro reconocer que toda adaptación se sustenta en el tipo de significación que las personas dan al ambiente. Y he aquí un punto que puede llevarnos a una encrucijada productiva: los cambios están siendo vertiginosos, las condiciones sociopolíticas están mudando y la organización social está reaccionando. Si logramos situar este proceso de resiliencia y conducirlo hacia una forma de governanza a nivel local, podremos ver en la catástrofe el espacio para la adaptación revolucionaria. La naturaleza con su nuevo significado abra abierto la puerta a una nueva composición de las relaciones socioambientales, donde el castigo –recuerdo el colegio- logre generar el cambio.

El desafío entonces es afinar la mirada para reconocer los nuevos significados que adopta la naturaleza, sostener en el tiempo la emergencia de las relaciones sociales postraumáticas y mediar entre los distintos niveles de governanza (sectorial, municipal, provincial, regional). Niveles que están construyendo también sus propias naturalezas y adaptaciones a los cambios.


Francisco Araos Leiva
Antropólogo / Doutorando Ambiente e Sociedade NEPAM-UNICAMP
Barão Geraldo, 26 de marzo 2010.



Refrencias bibliográficas
Araos, Francisco. 2007. Irse a la Orilla. Un aproximación etnográfica a los mareros de Cardenal Caro. Memoria Antropología Universidad de Chile.
Cash, D.W, W. Adger, F. Berkes, P. Garden, L. Lebel, P. Olsson, L. Protchard, and O. Young.2006. Scale and cross-scale dynamics: governance and information in a multilevel world. Ecology and Society 11(2):8.
Descola, Phillipe. 2002. “Construyendo Naturalezas. Ecología simbólica y practica social” en Naturaleza y Sociedad. Perspectivas antropológicas, coordinado por Phillipe Descola y Gísli Pálsson, Siglo XXI editores, España.
Frey, Antonio; Vidal, Luis, 1996. “Los pescadores artesanales: entre hermeneutas del mar y cazadores depredadores”, en Proposiciones 27, 1996.
Inglod, Tim, 1999 “Hunting and Gathering as ways of perceiving the Environment” en Redefining Nature. Ecology, Culture and Domestication. Edit. Roy Ellen y Katsuyoshi Fukui. BERG, Oxford.
Milton, Kay. 1997. “Ecologías: antropología, cultura y entorno”. International Social Science Journal (diciembre), vol. 49, no. 4, p. 477-496, en http://www.unesco.org/.
Schutz, Alfred, 1972. “El Problema de la Realidad Social”. Amorrortu Editores, Buenos Aires

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