Como entender la relación entre conservación de la biodiversidad, identidad cultural y conflicto por uso de recursos naturales?. Son antagónicos, causales o explicativos por sí mismos? Es posible verlos en la realidad?. Son estas algunas de las preguntas que motivan la reflexión presentada en este breve texto, el que intenta comprender la manera en que las poblaciones locales -mas adelante será necesario profundizar la definición de local- se relacionan y apropian de la conservación de la naturaleza, teniendo como premisa inicial que los discursos globalizados son transformados, resignificados y relanzados al mundo por medio de una red que nos conecta a todos. Lo interesante, a mi parecer, radica en la posibilidad de ver en esos "pequeños" espacios locales lugares de creación de discursos globales, o al menos, sitios de producción de nuevos sentidos. Es este fenómeno el que ahora parece interesar más, pues nos entrega la posibilidad de actuar a escala humana.
La Conservación de la Biodiversidad se ha transformado en los últimos años en un eje central de la cuestión ambiental. Con la Convención de Río de Janeiro en el año 92 los diagnósticos sobre la pérdida de especies y el deterioro de los hábitats lograron un alcance mundial, llevando esta preocupación a los diversos rincones del planeta. Científicos y políticos crearon protocolos de acción, programas de intervención y agendas por cumplir. Como sugieren Arturo Escobar e Susan Paulson (2005) se creo un discurso tecno-científico que homogeneizó y organizó la producción de conocimientos y los modelos institucionales para administrar este poder emergente, el que dejó fuera discursos y practicas alternativas.
En este sentido, es el conflicto territorial por el control de los recursos naturales en el que se han visto envueltas diversas poblaciones locales en el mundo el detonante inicial de la reapropiación de la conservación con objetivos e parámetros diferentes a los planteados por el establishment de la biodiversidad. Fue la acción de movimientos sociales indígenas, de campesinos, de negros, de pescadores, entre muchos otros, lo que permitió configurar una nueva forma de hacer conservación de la biodiversidad, donde además de cumplirse los objetivos relacionados al cuidado de las especies y los ciclos ecológicos, se integran principios de justicia social e autodeterminación. Queda claro que esta visión de sustentabilidad va más allá de la satisfacción de las necesidades básicas de las futuras poblaciones al proponer una alternativa autónoma y conectada a la red global para administrar los recursos naturales de los espacios locales. Es así como las experiencias de los Seringueros en la Amazonia Brasileira, los Afrodescendientes en el Pacífico Colombiano o los Lafkenches en el sur de Chile, se sitúan en este universo de nuevas prácticas de conservación. En ellas, sin duda alguna, la etnicidad emerge como un agente catalizador pues pone el acento en las prácticas culturales asociadas a la mantención de los ciclos ecológicos. En muchos casos es sólo la permanencia de esas poblaciones lo que ha permitido la conservación de los bosques o de los mares.
Ahora bien, el conflicto adquiere una nueva dimensión cuando los significados culturales comienzan a tener un rol político, complejizando el problema. Pues no debemos olvidar que la cultura muda tan rápido como lo hacen las practicas sociales así como la diversidad de significados e posturas también es una característica de las propias comunidades. En otras palabras, significa reconocer que la diversidad y la heterogeneidad son elementos que configuran a los espacios locales. De esta forma, definir lo local parece ser uno de los ejes centrales de la discusión. Preliminarmente entiendo lo local como un espacio geográfico, simbólico y político, caracterizado por procesos sociales autoreferentes. Lo anterior no implica asumir aislamiento ni desconexión, al contrario, precisamente lo que los movimientos sociales aquí señalados muestran es una intensa red de comunicación que une lo local con lo global, e viceversa.
Es así como la reflexión de Ferreira e colaboradores sobre las dinámicas políticas relacionadas al uso de recursos naturales en espacio locales brasileños parece tomar sentido. Criticando la visión culturalista de las poblaciones locales-tradicionales señalan que esta postura “naturaliza a los sujetos sociales, además de ser políticamente excluyente, pues restringe el derecho de permanencia en las áreas protegidas y la distribución de los beneficios de la conservación de la biodiversidad a un grupo específico y minoritario de residentes. Asimismo, trae y profundiza importantes conflictos entre los propios grupos nativos, provocados la mayoría de las veces por disputas de poder preexistentes al interior de la comunidad” (FERREIRA et al., 2007:23). Es decir, asociar la cultura a las prácticas sociales y no a ciertos rasgos definitivos para caracterizar la diferencia. Lo que los autores ponen de manifiesto es la complejidad de los espacios locales y la inadecuación de visiones culturalistas de la etnicidad. Siguiendo a Barth (1969), parece oportuno asumir que lo étnico se construye a partir de relaciones sociales para establecer las diferencias entre los grupos, las fronteras, las que son siempre mutables y sujetas a las disputas políticas internas de las comunidades -si es que es posible hablar hoy de comunidad-.
Por tanto, definir la identidad cultural como identidad étnica en un contexto de conservación de la biodiversidad parece ser una opción estratégica por asumir el control y la administración de los recursos naturales y sus beneficios. El argumento aquí defendido plantea que esta opción es importante como alternativa institucional en el manejo de los recursos y el territorio, reconociendo la complejidad de asociarla a rasgos culturales predefinidos.
Así, la propuesta de Cunha e Almeida (2001) permite superar este problema colocando a las poblaciones locales como usuarios de la biodiversidad, como un proyecto político de auto-constitución en el espacio local que permite construir un pacto, hacer una negociación por la administración y control de los recursos naturales de esos territorios. “Lo que todo esos grupos poseen en común es el hecho de que tuvieron en parte de su historia un bajo impacto ambiental y que en el presente tienen el interés de mantener o recuperar el control sobre el territorio que explotan. Pero encima de todo, están dispuestos a hacer una negociación: a cambio del control del territorio se comprometen a prestar servicios ambientales" (CUNHA e ALMEIDA 2001:3).
Con esto llegamos a una aproximación medianamente coherente, en la que es posible ver a las poblaciones locales como administradores de los servicios ambientales de los territorios que habitan -producción de agua, captación de CO2, resguardo de la diversidad genética-. Es aquí donde la negociación parece asumir la especificidad socioambiental de cada región. Si en Chile la nueva institucionalidad ambiental no entrega este posibilidad (1), en países como Brasil las reservas extrativistas o de desarrollo sustentable permiten la participación de las poblaciones locales en la administración y gestión de las áreas protegidas (2) . En Chile existen, sin embargo, algunas posibilidades; las Áreas de Manejo de los Recursos Bentónicos en el sector pesquero o las Áreas Marinas Protegidas de Múltiples Usos (3), muestran campos de acción interesantes. En este sentido, si la nueva institucionalizad ambiental chilena tiene entre sus ejes centrales la sustentabilidad, creo que propuestas como el co-manejo (Jentoft, 2003) y la governanza adaptativa (Folke et al., 2005) pueden embregar marcos conceptuales útiles. Sin duda, es este diseño institucional la cuestión mas compleja de resolver, más aún cuando se entregan y/o ganan espacios de poder en la decisión. Es esta la opción que las poblaciones locales podrían tomar. Movilizar para conseguir una silla en la mesa de negociación para desde allí encabezar los procesos governanza a escala local y regional.
Francisco Araos Leiva
Antropólogo Social
Doutorando Programa em Ambiente e Sociedade
Núcleo de Estudos e Pesquisas Ambientais, UNICAMP, Brasil.
Notas
*Este texto esta basado en la ponencia presentada en el VII Congreso Chileno de Antropología desarrollado en San Pedro de Atacama en Octubre 2010. El artículo final se titula "Poblações Tradicionais e Conservação da Biodiversidade: Uma aproximação à experiencia Brasileira". De los autores: Rodrigo Rodrigues de Freitas y Francisco Araos Leiva.
(1) http://www.mma.gob.cl/1257/w3-article-49427.html
(2) http://www.icmbio.gov.br/menu/populacoes-tradicionais/politicas-e-comunidades-tradicionais
(3) http://www.conama.cl/gefmarino/1307/channel.html
Bibliografía
Barth, F. 1997. Grupos Étnicos e suas Fronteiras. Em: Poutignat, P e Streiff-Fenart, J (eds). Teorias da Etnicidade. Editora Unesp. São Paulo.
Cunha, M; Almeida, M. 2001. Global environmental changes and traditional people. Em: Hogan, D. (ed) Global environmental changes. Campinas. UNICAMP, NEPO.
Escobar, Arturo; Paulson, Susan. 2005. The Emergence of Collective Ethnic Identities and Alternative Political Ecologies in the Colombian Pacific Rainforest. In: Paulson, Susan; Gezon, Lisa (eds). Political Ecology across Spaces, Sacles, and Social Groups. Rutgers University Press. New Jersey.
Ferreira, Lucia; De Campos, Simone; Creado, Eliana; Mendes, Ana; Caropreso, Camilo. 2007. Encontro das Águas: Dinâmicas Sociais e Biodiversidade na Amazônia Brasileira. Teoría & Pesquisa 50, vol.XVI n° 01, 15-37.
Folke C, Hahn T, Olsson P, Norberg J, 2005. Adaptive governance of socialecological systems. Annual Review of Environment and Resources. 30, 441–473.
Jentoft S. 2003. Co-management – the way forward. Em: D.C. Wilson, J. Raajaer Nielsen and P. Degnbol (eds.). The fisheries co-management experience: accomplishments, challenges and prospects. Kluwer, Holanda.